jueves, 22 de noviembre de 2012

Sin ser divina, adivina

Sonrío mientras leo el manual de instrucciones que me ha regalado el pintor de esta obra tan adivina y en donde me ha plasmado con sus pinceles, sobre este lienzo (algo tieso, por cierto), para así comenzar a frotar la bola de cristal que se encuentra en la mesa vestida con mantel blanco. Mi sombrero puntiagudo también sonríe, es el vivo retrato de mis antepasados. Fíjense bien, somos casi idénticos (como el reflejo de las aguas). A mi lado derecho (para ustedes el izquierdo), pueden observar un incendiario que a través de mi magia enciende los cuerpos fríos, inertes que viven en absoluta soledad, elevándolos a niveles superiores. Detrás, se encuentra la lumbre que proporciona un candelabro viejo, oxidado, con siete velas derritiéndose, pero sin derretirse realmente. El vestido y el sombrero lo encontraron en un basurero (eso escuché decir), lo que le sirvió de modelo. Y entre tanta tela que se admira espero que muy pronto llegue algún cliente que me de dinero y tal vez la vida que me sustente por mucho mas tiempo, adivinando pensamientos.

Ma. Alejandra.

1 comentario:

  1. Adivina, adivinador, ¿quién de nosotros adivina mejor?
    -Yo, yo- dijo la poetisa. Y corrió a buscar su pluma.

    Lindo leerte, Alejandrita.
    Shalom
    beto

    ResponderEliminar